Por José
Gallardo y Piero Ghezzi.
Es común escuchar que no se debe cambiar el modelo
económico. Esta afirmación es comprensible, dado los méritos evidentes del
modelo actual y los logros económicos de los últimos 20 años.
Sin embargo, en el fondo refleja también una
confusión sobre dos aspectos. Primero, hay que separar la política
macroeconómica del modelo. Se puede cambiar la política macroeconómica sin
alterar el modelo, y viceversa. El modelo de crecimiento se puede definir por
el tamaño del Estado, su rol redistribuidor, el rol del mercado en la
asignación de recursos, el nivel de apertura de la economía, etc. Las políticas
macroeconómicas son típicamente la política fiscal, monetaria y cambiaria.
Segundo, los países que han logrado el desarrollo
son aquellos que han mantenido: (1) políticas macroeconómicas sólidas, (2)
incentivos orientados al mercado, (3) institucionalidad sólida. La fortaleza de
un modelo económico debe evaluarse en la medida que respete estos tres
principios, pero existe más de un modelo que es compatible con ellos.
Existen tres grandes visiones sobre el modelo
económico óptimo para el país. La primera visión sugiere no cambiar mayormente
el modelo. Una economía que crece impulsada por un sector privado dinámico se
transforma y, mediante el crecimiento, eventualmente resolvería los problemas
de pobreza, desigualdad, entre otros.
La segunda visión propone aumentar moderadamente la
presencia del Estado a través de un incremento del gasto social, para una mayor
redistribución. El objetivo sería redistribuir más sin afectar el crecimiento.
Una tercera visión sostiene que se requeriría no
sólo aumentar el gasto social sino hacer cambios sustantivos en la estructura
productiva. Sugiere también que el Estado tenga mayor participación de la renta
de los sectores primarios, y que se potencie el rol de las empresas públicas.
Evaluando las posiciones
Una ventaja de la primera visión es que no deja
mayor margen para las fallas de la intervención del Estado. Plantea
acertadamente que el sector extractivo es un eje esencial del crecimiento, que
existe un buen balance privado-público, que la apertura debe mantenerse, y que
la economía se está transformando. Su validez dependerá de que la economía
tenga las bases para un crecimiento sostenido y que se refleje en mejoras en
los indicadores sociales rezagados.
Esta posición implica no fortalecer al Estado, en
contra del tercer principio necesario para el desarrollo, ya que implicaría
mantener un Estado y una institucionalidad débiles en general. Ignora las
limitaciones del modelo para solucionar los problemas de productividad,
desigualdad y empleo, y su enorme dependencia en las materias primas.
La segunda visión comparte, en nuestra opinión, los
aciertos y desaciertos de la primera visión. Tiene la ventaja de proponer una
mejor distribución de la riqueza mediante la potenciación de programas
sociales. Pero los programas sociales son en última instancia insuficientes
para mejorar las capacidades productivas del país.
La tercera posición reconoce acertadamente que el
boom de materias primas explica parte del crecimiento reciente y que la
economía está poco diversificada. También que hay ineficiencia en el gasto. Sin
embargo, no le da suficiente crédito al mejor balance privado-público actual.
También ignora los efectos dañinos del intervencionismo sobre la inversión
minera-energética, que es absolutamente necesaria para el futuro. Una
reorientación del aparato productivo que no es acompañada por mejoras sustantivas
en la educación puede terminar sin mayor diversificación y a costa de
distorsiones.
Su observación de que en una economía pequeña con
una alta concentración industrial se tiende a abusos de poder es acertada. Sin
embargo, establecer empresas públicas para contrarrestarlos no parece adecuado
dados los problemas que genera una empresa pública. La solución reside en una
combinación de capacidad regulatoria y mejoras en las condiciones de
competencia en las industrias.
Esta tercera visión debilitaría tanto el principio
(2) como el (3), y por ello es, en nuestra opinión, también inconsistente con
el desarrollo.
Ajustes por hacer al modelo
El modelo de desarrollo peruano requiere ciertos
ajustes para satisfacer los tres principios indispensables para el desarrollo.
La economía peruana tiene que mejorar sus capacidades productivas y fortalecer
su Estado. El instrumento para lograrlo es la política económica.
Primero, la creación de burocracias técnicas
altamente especializadas en tres áreas muy débiles: educación, desarrollo
rural, y lucha contra las actividades delictivas. Estas burocracias
construirían capacidad de análisis y de diseño e implementación de políticas,
así como asegurar su sostenibilidad.
Segundo, un aumento en el nivel y eficiencia del
gasto público. El Perú debe hacer grandes apuestas en educación e
infraestructura, que requieren financiarse parcialmente mediante un aumento del
gasto (con un déficit fiscal objetivo de mediano plazo de 1%), pero
fundamentalmente mediante una mejora en la eficiencia del gasto. Se debe
repotenciar y mejorar el presupuesto por resultados.
Tercero, la política regional/sectorial debería
sofisticarse. No existe enfoque regional en las políticas actuales. Asimismo,
el Estado debe complementar más la inversión privada. Se debe pensar
estratégicamente la política comercial más allá de los TLC, fortalecer las
políticas de competencia y regulación, así como consolidar la infraestructura,
no solo física, sino también social.
Estas medidas conllevan ciertos riesgos. Pero están
acotados, ya que los ajustes sugeridos son incrementales. No hacer cambios
representa riesgos mayores ya que implica, casi invariablemente, un
estancamiento eventual.
Publicado el
jueves 4 de julio del 2013.
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