Por José Gallardo y
Piero Ghezzi.
En los últimos meses, parcialmente a raíz de las
investigaciones del economista de Harvard Ricardo Hausmann, se ha discutido
mucho sobre la limitada diversificación de la economía peruana.
Hausmann y sus coautores han construido un Índice de Complejidad
Económica (ICE) que mide la diversificación (qué exporta) y ubicuidad (quién
más exporta lo mismo) productiva de un país. Según sus investigaciones existe
un relación positiva entre el ICE y el crecimiento de largo plazo de las
naciones. De acuerdo al ranking ICE, el Perú muestra un nivel de complejidad
bajo (puesto 89 de 128 países) y un potencial de crecimiento limitado (puesto
79).
Como todo indicador, el ICE está sujeto a críticas. Por
ejemplo, Stein (2011) resalta dos problemas metodológicos. Primero, sólo
incluye los bienes exportables, y no todos los bienes y servicios de la
economía. Segundo, subestima la complejidad productiva de los países que
experimentan un boom de recursos naturales.
Una muestra de los límites del ICE es que Chile,
considerado el país más cercano al desarrollo en la región, se encuentra en
niveles similares al Perú (puestos 79 y 86 en los índices de complejidad y
potencial de crecimiento respectivamente).
A pesar de los problemas con este índice, es evidente que
el Perú tiene exportaciones poco diversificadas. Algunos analistas consideran
que este diagnóstico implica una única receta, y proponen una transformación
drástica en la estructura productiva del país.
Sin embargo, una transformación del aparato productivo
que no es acompañada por mejoras sustantivas en nuestras capacidades
productivas puede terminar en grandes distorsiones, y sin generar mayor
diversificación. Los factores de riesgo son numerosos. Por ejemplo, el entorno
cambiante de los sectores manufactureros en las economías emergentes, así como
la especial atención que los países desarrollados están poniendo en los
sectores de manufactura menos sofisticados para proteger sus empleos.
Para diversificar la economía es imprescindible: (a)
Ampliar las capacidades productivas de la economía peruana, para acercarla a su
potencial y descubrir, de esta manera, sus verdaderas ventajas comparativas y
(b) pensar la política sectorial en una dimensión de crecimiento regional.
(a) ¿Cómo ampliar las capacidades productivas?
El país tiene importantes brechas o deficiencias que
deben ser cerradas.
En áreas como educación, lucha contra actividades
delictivas y pobreza rural, las brechas son enormes, como lo sugieren las
pruebas estandarizadas o los bajísimos niveles de productividad e inseguridad
de segmentos importantes de la población. La solución es la creación de
burocracias técnicas altamente especializadas, equivalentes a las que
actualmente manejan la macroeconomía.
En el área fiscal es necesario mejorar la eficiencia del
gasto público. Este se ha triplicado en la última década con un crecimiento en
la compras de insumos y empleo público sin un cambio sustantivo en la calidad
de los servicios. Se debe repotenciar y mejorar el presupuesto por resultados.
Existen también deficiencias de mercado que deben ser
corregidas por el Estado. La competitividad de las empresas está parcialmente
determinada por sus insumos. Muchas veces estos son provistos por el sector
privado, pero en ciertos casos la provisión es inadecuada debido a su baja
rentabilidad privada (relativa a la social), o por problemas de coordinación.
Esto puede provocar insuficiencias en infraestructura (vial o portuaria) y en
la prestación de servicios públicos, dos áreas en los que la necesidad de
intervención del Estado para asegurar su provisión es aceptada de manera
transversal.
Para mejorar la competitividad se requiere también
utilizar políticas de competencia y comercial. En el Perú, la política de
competencia ha sido ineficiente, y esto afecta el crecimiento. Es crucial
fortalecerla con por lo menos tres medidas. En primer lugar, desarrollar un
sistema de información que permita hacer un mejor diagnóstico de las
industrias. En segundo lugar, especializar los cuadros técnicos para que se
fortalezca la capacidad de prescripción. En tercer lugar, mejorar la aplicación
de la normatividad comercial.
La política comercial también debe ser más estratégica,
para que el volumen y la gama de productos exportados aumenten. Por ejemplo, en
el año 2012, las exportaciones no tradicionales a Colombia, Ecuador, Chile y
Bolivia fueron muy superiores a las dirigidas a economías sustancialmente más
grandes, como Brasil y México.
(b) Política sectorial pensada en dimensión regional
Existe todavía un rol para la política sectorial en
proveer externalidades tecnológicas, de coordinación y de información. Para
minimizar los riesgos inherentes en la selección de actividades beneficiarias,
estas dimensiones de la política sectorial deben ser dirigidas a la eliminación
de los principales cuellos de botellas al crecimiento en las regiones.
Explotando las diferencias al crecimiento regional se puede generar un mayor
crecimiento agregado.
Las actividades que recibirían el apoyo de las políticas
públicas deberían ser aquellas que el sector privado y el público coordinando
estratégicamente encuentran comercialmente viables. Naturalmente, el MEF
tendría que ayudar a los gobiernos regionales en esas tareas. El carácter
claramente delimitado de los presupuestos regionales permitirían minimizar el
costo de errores en escoger las actividades a priorizar.
En suma, la economía peruana es poco diversificada. Una
precondición para diversificarla es mejorar la capacidad productiva del país.
Tratar de transformar directamente la estructura productiva casi seguramente
fracasará. Afortunadamente existen políticas económicas expuestas en este
artículo que pueden crear nuevas ventajas comparativas.
Publicado el 11 de julio
del 2013 en Gestión.
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