Por José
Gallardo y Piero Ghezzi.
Hace dos semanas presentamos nuestro libro “Qué se
puede hacer con el Perú: ideas para sostener el crecimiento económico en el
largo plazo”. En el libro indicamos que el Perú es considerado, con justicia,
un referente macroeconómico. Pero que los logros son menores cuando se incluyen
indicadores de empleo, productividad y distribución (de ingresos, accesos y
oportunidades), que son los que más afectan la calidad de vida de los ciudadanos.
Encontramos también que sin cambios sustanciales, el desarrollo económico será
probablemente esquivo.
Sin embargo, también indicamos que una buena
política económica puede evitar ese escenario. Muchos de nuestros problemas
reflejan fallas en el proceso político. Estas deben ser combatidas con
liderazgo de Estado en unos casos, y creando burocracias técnicas
especializadas en otros (como educación, desarrollo rural, y lucha contra
actividades delictivas). También sugerimos ideas para diversificar la economía
y generar nuevas ventajas comparativas, poniéndole énfasis a dimensiones
regionales.
En ese sentido, concluimos que existe una necesidad
de hacer algunos ajustes al modelo. Naturalmente, estos deben ser incrementales
y sin descuidar lo ya obtenido. Creemos que hay varias razones por las que es
pertinente la discusión:
(1) La realidad ha cambiado.
Las prioridades de políticas vigentes responden en
gran medida a la realidad que motivó las reformas estructurales en el Perú y en
otros países del mundo en la década del 90.
En ese entonces y en respuesta a los altos niveles
de proteccionismo, se impulsó la liberalización de la economía. Para resolver
el fracaso del modelo de empresas públicas, se lanzó un amplio proceso de
privatizaciones y concesiones, así como la regulación en los servicios
públicos. En respuesta a los desequilibrios macroeconómicos, se priorizó el
orden fiscal y se reformó la institucionalidad tributaria. Asimismo, se
resolvió la inseguridad jurídica de la inversión privada.
En la actualidad, la necesidad de re-priorizar
objetivos y sofisticar las políticas económicas es evidente. Ya no es necesario
reducir la deuda externa o abrir más la economía, pero debería ser prioritario
mejorar las finanzas regionales y la eficiencia del gasto público (para
financiar el gran salto al desarrollo), así como diseñar una política comercial
más estratégica (con menos énfasis en TLCs, donde ya se avanzó bastante).
Tampoco existe una gran necesidad de promover la seguridad jurídica de la
inversión de grandes empresas, pero si la de resolver la inseguridad que
enfrentan pequeños empresarios en las regiones, hoy amenazados por la
delincuencia y extorsión.
(2) La economía como campo de conocimiento ha
progresado.
Hoy conocemos mejor el rol de la educación, de las
capacidades productivas, de la inserción en las cadenas de valor y el rol de la
política económica en la creación de ventajas comparativas. También entendemos
mejor las causas últimas del desarrollo, el rol de las instituciones, y la
importancia de los incentivos.
(3) Es claro lo que el modelo da y lo que no va a
dar.
Luego de más de 20 años de implementado, las
bondades del modelo son innegables. Pero también sus limitaciones. El paso del
tiempo no va a resolver por sí solo los problemas que hoy son relevantes en el
país, por ejemplo los referidos a la infraestructura física y social
(educación), la dinámica y heterogeneidad de la productividad o a la
inseguridad y corrupción.
En general, el crecimiento no está generando un
proceso de fortalecimiento institucional. Esto es problemático. No existe
ningún país en el mundo que se haya desarrollado con instituciones débiles.
(4) Los ingresos han crecido sin una transformación
sustancial de la productividad.
La notable expansión del sector de recursos
naturales ha contribuido al crecimiento de los ingresos de la población. Pero
el crecimiento del ingreso sin un aumento proporcional de capacidades
productivas perjudica la competitividad. Por ello es necesario proveer a los
productores peruanos de las externalidades e infraestructura necesarias para
enfrentar la creciente competitividad internacional.
(5) Es necesario crear nuevas fuentes de crecimiento
y potenciar las existentes.
El crecimiento potencial (el de mediano plazo) pareciera
estar cayendo por factores externos. El crecimiento promedio entre el 2005 y el
2012 fue 7% (incluyendo el crecimiento casi nulo del 2009 como resultado de la
crisis internacional). La mayoría de analistas considera que el crecimiento
potencial está alrededor del 5.5%-6%.
La caída en el crecimiento potencial no debería
sorprender. Se va agotando el efecto de factores que impulsaron sucesivamente
el crecimiento en las últimas dos décadas: estabilización macroeconómica,
derrota de la subversión, acceso a insumos de mejor calidad y menor precio,
mejor asignación de factores entre industrias y al interior de las industrias,
recuperación de la inversión en los sectores minero y energético, el impulso de
los servicios públicos, aumento continuo de precios materias primas, reducción
de costos de financiamiento, entre otros.
En resumen, el modelo de desarrollo actual pareciera
no conducirnos al desarrollo económico. La discusión no debería ser si es
necesario hacer ajustes o no, sino sus alcances. Naturalmente hacer cambios
conlleva ciertos riesgos, pero el riesgo de no hacer nada es, con seguridad,
mayor.
Publicado el 7
de noviembre del 2013 en Gestión.
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