Por Piero Ghezzi.
El ex-Ministro de Economía Luis Carranza escribió en
estas páginas hace unos días que no entendía porque el gobierno no gastaba más
en infraestructura si la ley le permitiría gastar hasta S/.6.000 millones
adicionales en ese rubro en el 2014 y más en los años siguientes.
Indicaba también que ese mayor gasto no pondría en
riesgo nuestra credibilidad fiscal ni nuestras metas inflacionarias. Asimismo,
sostuvo que una regla fiscal estructural, como la recientemente aprobada en el
Congreso, no tiene sentido en el Perú debido a la significativa brecha en
infraestructura.
El ex-Ministro Carranza aborda temas bastante
relevantes. Tiene razón cuando sugiere que un mayor gasto no arriesgaría la
solvencia fiscal. Nuestra deuda pública como porcentaje del PBI es una de las
más bajas del mundo. También tiene razón cuando resalta la necesidad de cerrar
la brecha en infraestructura.
Sin embargo, es incorrecto indicar que una regla
fiscal estructural no es una política óptima para un país con brechas en
infraestructura y sociales.
¿Cómo funciona una regla fiscal estructural? El
gobierno estima sus ingresos fiscales “estructurales”. Estos son aquellos que
prevalecerían si la economía estuviera en pleno empleo y los precios de
nuestras materias primas en su nivel de largo plazo. El gobierno también
determina un objetivo de balance estructural. El gasto fiscal disponible es el
residual entre el balance objetivo y los ingresos estructurales.
Una regla fiscal estructural tiene dos ventajas.
Primero, reduce la volatilidad del gasto, al determinarlo en base a los
ingresos estructurales que son más estables que los ingresos observados. Así
suaviza el ciclo económico. La caída del canon este año resalta los riesgos de presupuestar
gastos basados en ingresos volátiles.
Segundo, implícitamente determina el nivel del gasto
público. Eso centra la discusión menos en cuánto gasto y más en cómo gastar.
No hay nada que haga una regla estructural incompatible
con cerrar brechas de infraestructura y sociales. La decisión de cuanto gastar
y ahorrar está implícita en el objetivo del balance estructural. Un país como
Noruega fija un superávit estructural y ahorra para futuras generaciones. Un
país como el Perú, con brechas amplias debe tener un déficit estructural. La
nueva regla estructural aprobada por el Congreso contempla un déficit de 1% del
PBI, consistente con cerrar brechas.
Carranza también hace una distinción excesiva entre
gastos corrientes y de capital. La ley anterior limitaba el gasto
corriente pero no el de capital. Eso era entendible en el pasado. Pero, la
realidad ha cambiado. La inversión pública (como porcentaje del PBI) se ha
duplicado en los últimos años. La inversión necesita gasto corriente para
operar: los hospitales necesitan médicos, las escuelas, profesores y las
carreteras, mantenimiento. Asimismo, nuestro déficit en capital humano es tan
grande como el de infraestructura. En el Perú se alzan muchas voces para cerrar
el déficit en infraestructura, pero no suficientes para cerrar los déficits en
educación, salud, seguridad, desarrollo rural, etc.
Una regla fiscal estructural naturalmente tiene
limitaciones. En la práctica es difícil medir los ingresos estructurales. La
relación entre precios de materias primas y PBI e ingresos fiscales puedes ser
inestable. Asimismo, el precio de largo plazo de las materias primas es
incierto. Pero en general tiene más ventajas que desventajas.
Una regla estructural debería ser la columna
vertebral que permita hacer una apuesta mayor hacia la educación, salud,
seguridad etc. Sin embargo, para que realmente funcione debería ser
complementada con mejoras en la eficiencia del gasto. Este se ha casi
cuadriplicado desde el 2000 sin mejora perceptible en los servicios públicos.
El MEF podría determinar un conjunto de indicadores para medir los objetivos
sectoriales. Luego, estimar los costos necesarios para obtener dichos
objetivos. Así, se mejoraría tanto la asignación del presupuesto como la medición
de resultados de la metodología de “presupuesto por resultados” utilizada
actualmente.
En síntesis, estos temas merecen discusión. Una
regla estructural tiene muchos beneficios. Si realmente queremos cerrar
nuestras brechas debemos empezar también a priorizar más seriamente la
eficiencia de cómo y en qué gastamos.
Publicado en
El Comercio el 15 de noviembre del 2013.