Por José Gallardo y
Piero Ghezzi.
Existen economías con instituciones denominadas
inclusivas, donde las reglas de juego incentivan y facilitan a la población a
participar de la economía y donde la propiedad, libre entrada a industrias,
creatividad e innovación están protegidas. Las instituciones inclusivas son las
que promueven la prosperidad en el largo plazo.
En oposición, existen también economías con instituciones
extractivas donde las reglas de juego están diseñadas mayormente para extraer
el ingreso y riqueza de un grupo para beneficiar a otro. Existe un mayor riesgo
que los retornos a la inversión no sean apropiados por quien las genera. Las
instituciones económicas extractivas pueden generar crecimiento por algunos
años e inclusive décadas, pero el proceso de crecimiento eventualmente se
estancaría. No hay país que haya logrado el desarrollo sin instituciones
fuertes.
Este enfoque institucionalista es planteado por Acemoglu
y Robinson (Por qué fracasan los países, 2012), para quienes la
institucionalidad, entendida como las reglas de juego que contienen los
incentivos provistos en la economía, es el principal determinante del
desarrollo y resulta fundamental para explicar las diferencias de ingreso de
los países.
La taxonomía de Acemoglu y Robinson no nos es favorable.
La institucionalidad peruana (poder judicial y partidos políticos débiles,
clientelismo, corrupción, estado ineficiente, conflictos para apropiar renta
minera, etc.) es débil y tiene características extractivas.
El problema es que la debilidad institucional es muy
difícil de modificar en el corto o mediano plazo. No es posible construir
rápidamente partidos políticos fuertes, desarrollar ciudadanía o transformar el
funcionamiento del Estado. Eso no significa que no haya nada que hacer, sin
embargo. La política económica tiene un rol.
¿Qué sí se puede cambiar?
Afortunadamente, la institucionalidad es fundamental pero
no lo es todo. Hall y Jones (1999) encuentran que la calidad de la
política económica juega un rol fundamental en explicar la diferencia en
ingreso per cápita de los países. Por ejemplo, el rezago de América Latina con
respecto a los países desarrollados se amplió sustancialmente entre 1970 y
1990, cuando las políticas económicas regionales fueron catastróficas.
Por lo tanto, debemos cuestionar la cuasi inexorabilidad
del eventual estancamiento peruano que se desprendería del análisis de Acemoglu
y Robinson. Existe un margen de acción para la política económica. Se puede
inclusive generar un círculo virtuoso. La buena política económica fortalece la
institucionalidad y la institucionalidad fortalecida permite mejorar la
política económica.
Un ejemplo del círculo virtuoso es la institucionalidad
macroeconómica. Estaba quebrada hacia fines de los 80. Desde el programa de
estabilización del 90, la mejora de los indicadores macroeconómicos ha
permitido que la política macroeconómica sea ampliamente aceptada como
beneficiosa. Esto ha consolidado la institucionalidad macroeconómica. Ello ha
permitido más sofisticación a la política macroeconómica, que ha podido innovar
y resistir crisis que en otras épocas hubieran sido catastróficas.
¿Dónde concentrar los esfuerzos de política económica?
En ciertas áreas es necesario mejorar las políticas
económicas usando las burocracias existentes. En otras áreas, hay que empezar
creando burocracias altamente especializadas.
Ejemplos del primer tipo de mejoras en las políticas
económicas son aumentar la eficiencia del gasto público, darle una mayor
dimensión regional y sectorial a la política económica, complementar la
inversión privada, etc. Asimismo, debe pensarse estratégicamente la política
comercial más allá de los TLC, y fortalecer la política de competencia.
En otras áreas es necesario crear burocracias de alto
nivel técnico para construir capacidad de análisis y de diseño e implementación
de políticas. Creemos que las áreas a priorizar, por tener mayor retorno,
deberían ser educación, desarrollo rural y lucha contra actividades
delictivas. En estas tres áreas, los perjudicados no están generalmente
bien organizados y por ello no hay grupos de interés influyentes que logren que
se canalicen suficientes recursos a solucionar sus problemas.
La idea sería crear, adicionalmente al eje ya existente
en lo macroeconómico-social (MEF-MIDIS), otros tres ejes que ayuden
paralelamente a la erradicación de la pobreza, la redistribución de la riqueza
y el crecimiento económico. Disponer de estos ejes permitirá no depender
de la secuencia implícita en una estrategia de “chorreo”, bajo la cual el
crecimiento conlleva a mayor gasto en educación, mejoras en seguridad y una
mayor reducción de la pobreza rural.
El fortalecimiento educativo es una condición sine qua
non para mejorar las capacidades productivas del país y para avanzar en la
generación de ventajas comparativas en sectores distintos al primario. El
fortalecimiento educativo se debe combinar con el desarrollo rural para
promover incrementos de productividad y mejor empleo para segmentos de la
población que han quedado descolocados ante la globalización. Asimismo, el
fortalecimiento educativo combinado con la reducción de actividades delictivas
debería proveer mejores incentivos para la inversión, especialmente para el
crecimiento regional.
En resumen, si bien la institucionalidad peruana es muy
débil, existe un margen de acción para la política económica. Con el tiempo,
políticas económicas apropiadas pueden fortalecer la institucionalidad e iniciar
un círculo virtuoso que maximice la probabilidad del desarrollo. Si las políticas económicas no se mejoran, en el
mediano plazo hasta el crecimiento podría verse comprometido.
Publicado el 20 de junio
del 2013 en Gestión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario