Por José Gallardo y
Piero Ghezzi.
En el primero de tres artículos publicado en el diario La
Primera (Lectura Balanceada de la Economía Peruana: Oximoron o Milonga),
el economista Félix Jiménez comenta el diagnóstico de la economía
peruana que proponemos en nuestro libro “Qué se Puede Hacer con el Perú:
ideas para Sostener el Crecimiento de Largo Plazo”.
En el libro señalamos que la economía peruana ha avanzado
notablemente desde su precaria situación a comienzos de la década del 90 hasta
convertirse en un referente macroeconómico. Pero simultáneamente ha tenido un
desempeño menos favorable en los factores que más afectan el bienestar de los
ciudadanos: el empleo, la productividad y la distribución. Por ello, no solo
debe realinearse el modelo para solucionar los problemas señalados, sino que
sin ajustes no menores al modelo, lo más probable es que no se alcance el
desarrollo.
Uno de los objetivos explícitos del libro es que los
economistas empecemos a discutir más seriamente el modelo económico. En ese
sentido, bienvenido el debate.
Según Jiménez, nuestro diagnóstico presenta dos “errores
metodológicos notables”: (i) asumir que la política macroeconómica no ha
cambiado desde las reformas de los 90’s, y (ii) el no vincular la evolución de
la productividad, empleo y distribución con las políticas implementadas en la
década del 90. En este artículo, quisiéramos rebatir estas críticas.
Política macroeconómica
Jiménez distingue de manera muy marcada la política
macroeconómica del gobierno de Toledo de aquellas de los 90´s (e implícitamente
de aquella post-Toledo). En particular, enfatiza algunas innovaciones
realizadas en la administración Toledo como las metas explícitas de inflación,
la acumulación de reservas e intervención cambiaria esterilizada y la creación
de un mercado de deuda pública en moneda local. En su perspectiva, estos
mecanismos contribuyeron a la caída de la inflación y a la reducción de la
relación deuda a PBI. Asimismo, Jiménez realiza críticas a las políticas
fiscales y monetarias de los 90s por ser excesivamente restrictivas.
En nuestra opinión, la discontinuidad de política
macroeconómica durante el gobierno de Toledo, que sugiere Jiménez, es algo
artificial. Lo que ha ocurrido ha sido un proceso de aprendizaje y
consolidación de la institucionalidad macroeconómica a lo largo de las dos
décadas desde las reformas. Las políticas de los 90’s fueron largamente
superiores que las de los 80’s y continuaron mejorando sustantivamente en la
última década. Por ejemplo, el manejo de la crisis del 2008-2009
fue muy superior al manejo de la crisis en 1998-2000.
Adscribir la reducción de la deuda pública y de la
inflación a las reformas de Toledo ignora los efectos cumulativos del
aprendizaje macroeconómico y, crucialmente, de los factores externos. En el
caso de la deuda pública, el análisis de Jiménez también desafía las leyes de
la aritmética. El factor que ha contribuido de manera más significativa a la
reducción de la deuda pública (como porcentaje del PBI) es el aumento del
denominador: el crecimiento económico acelerado a partir del 2005, dinámica
claramente impulsada por la mejora en las condiciones externas. La creación de
un mercado de deuda en soles ha tenido el efecto opuesto sobre la deuda pública
al que sugiere Jiménez: la tasa de endeudamiento en soles es un poco mayor que
en dólares y el sol se ha apreciado significativamente (20% con respecto al
dólar entre el 2003 y la actualidad). Por ello, el ratio de endeudamiento es
más alto que si la deuda se hubiera quedado denominada únicamente en dólares.
Naturalmente políticas que buscan crear una curva soberana en soles y limitar
la apreciación cambiaria son adecuadas y han tenido beneficios para la
economía, pero reducir la deuda pública no ha sido uno de estos beneficios.
La reducción de la inflación en los últimos años tampoco
es consecuencia exclusiva de las políticas de la primera mitad de la década
pasada. Fue parte de un proceso continuo al que contribuyeron las políticas
restrictivas de los 90s y el efecto del aumento de la participación china en el
comercio mundial. Está muy bien documentado como los bajos salarios chinos en
esa época redujeron la inflación global mediante su efecto en los precios de
manufacturas.
Asimismo, acusar las políticas fiscales y monetarias de
haber sido extremadamente restrictivas en los 90s es ignorar las tremendas
dificultades en las que se tuvo que operar en ese momento. No había mayores
alternativas a políticas macroeconómicas restrictivas. El Perú estaba en el
proceso de reconstrucción de credibilidad y sin mayor acceso al financiamiento
internacional. No era tan fácil hacer algo diferente durante esos años.
Modelo Económico
La segunda crítica de Jiménez es más sencilla de rebatir:
distorsiona nuestro punto de vista. Somos explícitos en señalar que el rezago
en los pilares del bienestar (productividad, empleo, distribución) es
consecuencia casi inevitable del modelo. Al comenzar el capítulo 2 (p. 64)
indicamos “… el desempeño desigual es el resultado casi inevitable de las
reformas implementadas a comienzos de la década de 1990 y del modelo de
desarrollo escogido en esa coyuntura”. En ese sentido, es simplemente
inexacto el segundo error metodológico que según Jiménez cometemos, cuando nos
atribuye asumir “que los problemas de los pilares del bienestar no tienen
relación con las políticas implementadas en la década del 90”. Sí tienen
relación y lo recalcamos repetidamente en el libro.
A diferencia de Jiménez, creemos que el Perú ha mejorado
por la contribución conjunta de tres factores: las mejoras en las condiciones
externas, la política macroeconómica y el modelo económico, y no solo por los
dos primeros factores. En nuestra perspectiva, las reformas estructurales de la
década del 90 han aportado de numerosas maneras: eliminando las enormes
distorsiones a las que estaba sujeta la economía, creando un entorno de mayor
seguridad jurídica para la inversión, así como promoviendo y logrando un mejor
funcionamiento de los mercados, el acceso a insumos de mejor calidad y menor
precio, la expansión de los servicios públicos e infraestructura, la
reasignación de los factores y recursos hacia las empresas y sectores donde
tuviesen un mayor valor, un mejor alineamiento de los incentivos, entre
otros.
Naturalmente hay enormes déficits: el subempleo y la
calidad del empleo, la heterogeneidad de la productividad, las diferencias de
ingreso, acceso y oportunidades, sugieren una realidad de menores logros y de
diferencias demasiado importantes. Como hemos señalado en el libro, los
indicadores en los que el país está relativamente más rezagado, son aquellos
que en el largo plazo están asociados con el desarrollo económico.
Creemos que en una discusión es también importante
enfatizar coincidencias. En concordancia con las preocupaciones de Jiménez es
claro que el modelo debe discutirse seriamente y, como hemos señalado en
diversos foros, este es un excelente momento para hacerlo por varias razones:
(i) las prioridades de política vigentes responden en gran medida a la realidad
que motivó las reformas estructurales en el país, muchos de cuyos problemas hoy
ya no son relevantes, (ii) es evidente qué es lo que el modelo da y también lo
que no va a dar, (iii) existe una brecha entre lo que se sabe y lo que se hace
en materia de política económica, (iv) se hace cada día más evidente que la
economía peruana no está en la senda del desarrollo, (v) los ingresos han
crecido sin una transformación sustancial de la productividad, y (vi) es
bastante necesario crear nuevas fuentes de crecimiento y potenciar las ya existentes.
Sin embargo, nuestra aproximación es distinta a la de Félix Jiménez. Para
nosotros existe la necesidad de discutir el modelo pero desde una aproximación
incremental, re-direccionándolo desde lo avanzado.
En síntesis, Jiménez hace dos críticas a nuestra lectura
de la economía peruana. Su primera crítica se basa en una distinción algo
artificial en las políticas macroeconómicas aplicadas durante el gobierno de
Toledo con respecto a las políticas anteriores y posteriores. Ignora así el
proceso natural de aprendizaje en política macroeconómica y el entorno
internacional. Su segunda critica está basada en algo que no decimos y, en ese
sentido, innecesario rebatir. En los siguientes artículos discutiremos temas
más sustantivos y en áreas donde existen diferencias, ahora sí notables, con
Félix Jiménez.
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